codependencia

Liberarse de la co-dependencia

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Este texto se dirige en particular a personas que viven o han vivido con personas dependientes.
Dependientes de productos (medicamentos, alcohol, drogas…) o dependientes psicológicas (un padre o madre de familia que ha tenido una larga enfermedad, o padece de ansiedad o es posesivo).
Quienes rodean a estas personas, podrán así comprender mejor los diferentes estados de ánimo por los que atraviesa una persona dependiente.
Los co-dependientes por lo general han vivido esta situación en su infancia. A menudo “la vida” les ha hecho encontrarla nuevamente en la pareja, en el trabajo… en todos los casos, con personas a quienes estiman.
Deseo aquí ofrecer, de manera sintetizada, lo que puede ser el recorrido de un co-dependiente hacia una mayor libertad. Me he inspirado de mi propia experiencia y de numerosos intercambios con otras personas co-dependientes.
Es muy fácil definir lo que caracteriza más acertadamente a un co-dependiente ya que todo está dicho en el término “co-dependiente”: es una persona que no se define por si misma, sino esencialmente en función de otro.
Pero esto no es ninguna fatalidad, el desapego es posible.
Para explicar por qué y como esto es posible he aquí (resumido) en cuatro etapas, lo que puede ser ese recorrido.

 


LA NOCHE PSICOLOGICA


Este periodo es a menudo muy largo y es el más difícil.
Al vivir con alguien dependiente, muy a menudo se trata de alguno de los padres, el co-dependiente desarrolla por su parte muchos reflejos y condicionamientos.
Para él todo depende del otro, su vida, sus pensamientos, sus emociones están condicionadas a las del otro. Se esfuerza particularmente en no hacer nada que pudiera tener el riesgo de contrariar al otro. Se anticipa a las reacciones del otro.
Adopta sistemáticamente el comportamiento con menos riesgo de hacer “olas”.
A esto lo llamo “noche psicológica” ya que a partir del momento en que dicho comportamiento queda anclado, y esto se va instalando a través de muchos años, el co-dependiente deja de tomar la distancia que le permitiría poder sentir cuáles son sus preferencias reales, lo que le gusta, lo que necesita; así, de alguna manera, está instalado en la noche.
Cuando tiene que elegir algo que sólo tiene consecuencias para él/ella, logra aún decidir, pero cuando alguien a quien estima está implicada/o, entonces a menudo la elección será “como tú digas”, o “escoge tú, si a ti te gusta yo estoy feliz” o más aún, se anticipará a los deseos del otro, y elegirá en consecuencia.
Preferirá siempre privarse en lugar de arriesgarse a no complacer al otro, a contrariarlo.
Podemos considerar que en una situación equilibrada, por ejemplo en una pareja, cuando hay que tomar una decisión común, como ir al cine o a nadar, es lógico que cada uno por su parte resienta primero, personalmente, lo que le gustaría hacer, para enseguida discutirlo juntos. Aunque lo que cada uno desea sea diferente, ambos buscan un compromiso para la actividad en cuestión: ir al cine esa noche y a la alberca la semana siguiente, o ir al cine juntos e ir en otro momento con amigos a la alberca. Diversas soluciones son posibles dependiendo de cada pareja.
Un co-dependiente no se plantea en absoluto la cuestión en esos términos. Pasa totalmente por alto la pregunta: ¿“Yo, qué quiero“?
Se dice para sí: “Al otro no le gusta mucho ir al cine, entonces la respuesta será, espontáneamente: “Si tú prefieres ir a la alberca, a mí me da lo mismo” o bien: “¿Cine o alberca, la alberca, sí, eso está muy bien?”
No hace esto excepcionalmente, sino de manera casi sistemática.
Al opuesto de lo que se podría pensar, no lo hace realmente por agradar, ni porque sea muy amable, lo hace para no contrariar, ya que arriesgarse a un diferendo está por encima de lo que puede soportar, y muy a menudo, lo vive incluso como algo condenable ya que conlleva un fuerte sentimiento de culpa.

Las principales consecuencias de esto son relaciones desquilibradas en las que ambos están extraviados. El co-dependiente se da muy bien cuenta de que no tiene un lugar propio, y el otro toma la mayor parte de las decisiones pero no tiene un verdadero punto de apoyo para confrontarse cuando esto fuese necesario para poder auto afirmarse y construirse.
Cada uno está en una relación floja, en la que es absolutamente imposible expandirse, crecer.
En el caso de la pareja, el modelo parental dado a los hijos tampoco es equilibrado, y por desgracia ellos tendrán tendencia a reproducir tales relaciones.
También es extremadamente importante apuntar que aunque en un principio “el otro” es la persona dependiente, una vez que el condicionamiento se ha anclado, « el otro » es a menudo cualquier ser querido, de ahí las relaciones desquilibradas con todo el entorno.



LA TOMA DE CONSCIENCIA


En algún momento la situación en la que se encuentra el co-dependiente se vuelve insoportable, imposible de vivirla. ¡Es demasiado! Las fuerzas de vida que tiene dentro de sí quieren expresarse. 
Se trata de un momento particularmente delicado.
Ocurre entonces que el co-dependiente pasa por una depresión que puede ser profunda. En efecto, siente las fuerzas de vida dentro de sí y no entrevé posibilidades para expresarlas. Atraviesa un grave conflicto interior ya que al mismo tiempo que siente una necesidad legítima de ser, se prohíbe a sí mismo esa posibilidad, no se cree con el derecho de hacerlo. 
Su vida negada así, puede sentirse tentado/a a adoptar soluciones extremas como la de querer terminar con todo.


LA TOMA DE CONSCIENCIA DE QUE SE TRATA DE UN CONDICIONAMIENTO


Por fortuna esa no es la salida más importante. 
El encuentro con otras personas: terapeutas, amigos, grupos de encuentro, puede conducir al co-dependiente a una toma de consciencia positiva.
Mientras siga pensando que su comportamiento, su manera de sentir las cosas, es parte de su naturaleza, mientras siga diciendo “así soy yo”, no hay salida posible.
A veces, si aplica algunos consejos y modifica un poco su comportamiento, esto puede conducirlo/a a una pequeña mejora que vuelve a darle esperanzas, pero aún no ha resuelto nada profundamente.
La toma de consciencia mayor ocurre cuando, al confrontar su comportamiento, sus reacciones con las de los demás, al conocer historias de vida de otros, se da cuenta que la mayoría de las personas han desarrollado comportamientos similares.
Esta toma de consciencia es capital.
En efecto, esto significa que esos comportamientos son independientes de la naturaleza, de la calidad, de la personalidad profunda de esas personas, significa que se trata de “simples » condicionamientos.
Entonces toda esperanza es aceptada, ya que no se trata más de transformar su propia personalidad, sino de tomar una distancia en relación a dichos condicionamientos, de trabajar para liberarse de ellos lo mejor posible.
Cuando se ha llegado a este punto, se puede decir que lo más difícil ya pasó, pues, al fin, todo puede cambiar.


LA RECONSTRUCCIÓN


Se trata de un camino largo que requiere mucha atención, mucha vigilancia, mucha constancia. 
Al principio parece un camino muy angosto que se va ampliando suavemente, con el tiempo y los momentos de toma de consciencia.
Lo que motiva principalmente a avanzar es, por una parte la voluntad de no quedarse o regresar al estado de existencia floja, y por otro lado la consciencia de que cada paso conduce a más libertad y a una mayor capacidad de ser uno mismo, y en consecuencia mayor capacidad de estar para los demás, hacerles bien, pero esta vez sobre una base sólida y verdadera; estas son las condiciones esenciales de la expansión y del amor verdadero.
Se puede ciertamente abordar este recorrido de diferentes maneras, pero yo pienso que el ángulo de los deseos y las necesidades, que se encuentran asfixiadas en la co-dependencia, es un ángulo muy eficaz.
Como resulta inevitable que las dudas se instalen a menudo, es importante contar con la ayuda de un terapeuta o de un grupo de encuentro. 
La acción, la madurez, va a consistir en profundizar, particularmente sobre los siguientes puntos:
- darse tiempo para conocer, sentir, los propios deseos y necesidades
- familiarizarse con ellos
- tomar consciencia de que valen tanto como los de los demás
- osar decirlos, afirmarlos
- osar vivirlos
- osar ser uno mismo
- aceptar que esas necesidades, esos deseos pueden variar, cambiar, evolucionar
- aceptar, pues, que eso que llamamos “yo mismo” cambia, evoluciona, se mueve.
Esto irá haciéndose poco a poco, intentando comprender tanto las situaciones relacionales alegres, las que nos hacen felices, como aquellas que nos ponen incómodos o nos hacen infelices.
Observarlas, sobre todo sin juicio, permitirá una mejor auto comprensión, ver con mayor claridad la propia vida.
Los comportamientos se volverán mejor adaptados a la situación, más libres de condicionamiento.
Esto permitirá reconstruirse sobre bases sólidas.


CONCLUSIÓN


Toda esperanza está, pues, permitida.
Una vez más, no hay fatalidades.
No obstante, ya que los viejos hábitos, los viejos reflejos son duros de hacer a un lado de forma definitiva, y que nunca somos libres de la co-dependencia al 100%, nunca hay que olvidar el recorrido efectuado, se debe estar alerta para mantener esta libertad de espíritu que cuesta tanto conseguir.


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